Como le encanta andar bien acompañada,
desde muy chiquitas, la tía Claudia agarró carretera con "sus muñeños".
Un montón de peladitos con las ventanas abajo,
el pelo en la boca, Abba a todo taco, y de camino al charco:
madrugados, ligeritos, y en chancletas.
"El movimiento se demuestra andando", nos dice todavía,
y creo que de tanto repetirlo, o más bien, de tanto moverse con nosotros,
logró arrancar motores.
De la tía Claudia sabemos que para abrirle espacio a que llegue una idea,
para crear un amistad,
para contentarse con los proyectos de la vida: hay que moverse.
Hay que prestar atención de no moverse en cualquier dirección:
Buscar en vía hacia donde el cuerpo se siente seguro,
encontrando la cercanía en los actos de cuidado,
ahí donde se sienta el calorcito en la espalda,
ahí, en compañía de la brisa de mar.
La tía sabe que andar liviano es una elección:
No es la más fácil, sí es la más útil.
Se construyó apoyada en hombros amigos,
tomada de las manos que más admira,
y así, se permitió hacerse todo más fácil.
Procuremos no cargar más de lo necesario,
conocer bien el disfrute, (que es la manera más pura de honrar la vida),
y para andar tranquilos: cuidar firmemente la propia verdad.
En vez de piedras en la espalda, aprendamos a cargar cava en la maleta.
Por que, en otra tal vez,
pero a esta vida no vinimos a sufrir.
